viernes, 5 de septiembre de 2014

¿Cómo se forman las preferencias temporales?

¿Qué hizo al ser humano capaz de sacrificar una recompensa inmediata para obtener un bien más valioso en el futuro? ¿Por qué somos capaces de retrasar la recompensa? Es evidente que los adultos son más capaces que los niños de retrasar la satisfacción si la espera augura una mayor como el famoso experimento de la nube – dulce demuestra

Y que la orientación al largo plazo varía en las distintas sociedades humanas. Es más, se ha sostenido que los países más ricos son aquellos cuya población tiene preferencias temporales “mejores” en el sentido de más orientadas al largo plazo.


Este trabajo analiza la formación de la preferencia temporal de los humanos, es decir, la capacidad para retrasar la gratificación cuando retrasarla es “eficiente” en el sentido de que la recompensa por el retraso es superior a la satisfacción inmediata. Tales preferencias temporales – diferentes en las distintas sociedades humanas – se habrían formado como consecuencia de la variación geográfica en la productividad de la agricultura debida a las condiciones climáticas y de riqueza de los suelos. Cuanto más rentable era la inversión en agricultura, mayores los incentivos de las poblaciones para retrasar la recompensa. En otras palabras, las zonas agrícolas más ricas difundieron entre su población la aceptación del retraso en la gratificación en mayor medida que en zonas menos productivas. El vehículo para que se produjese tal resultado habría sido la extensión de los horizontes temporales (orientación hacia el largo plazo) de las poblaciones que disfrutaban de terrenos más productivos. Como estas poblaciones “comprueban” que el futuro aporta recompensas más elevadas, su tasa de descuento (el mayor volumen de riqueza que exigen en el futuro para retrasar el consumo presente) es menor.

La actividad agrícola es idónea para examinar esta cuestión porque, a diferencia de la caza y de la recolección, requiere “paciencia”, esto es, requiere invertir hoy para cosechar en el futuro. Ceteris paribus, por tanto, un agricultor tendrá una tasa de descuento del futuro más baja que la de un cazador-recolector (que, además, como es nómada, no puede almacenar para cubrir sus necesidades futuras a costa de renunciar al consumo presente de lo cazado o recolectado).

Los autores utilizan para el análisis un “experimento natural”: la expansión de los cultivos en América antes y después de la llegada de los españoles. Y el resultado es que “una desviación estándar adicional en el rendimiento agrícola de los cultivos existentes antes y después del año 1500 aumenta en un 5,7 % la orientación al largo plazo en el siglo XX”. La introducción de nuevos cultivos más productivos aumenta la orientación al largo plazo.

 Galor, Oded and Özak, Ömer, The Agricultural Origins of Time Preference (Agosto 2014)

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